Trastornos compulsivos en gatos

El gato posee un comportamiento típico de la especie que está perfectamente descrito, aunque, en determinados casos aparecen comportamientos compulsivos que pueden resultar molestos para los dueños y, lo que es más importante, peligrosos para su integridad física.

Uno de los grupos de trastornos del comportamiento está definido como trastornos compulsivos y no son más que una actitud repetida en el tiempo, incontroladamente, sin una finalidad aparente y fuera de contexto. Estas características hacen que dicha conducta, cuya base está en actitudes normales, como el atusado, la alimentación o la locomoción, interfiera en su vida normal.

Con un comportamiento compulsivo, un gato se puede producir a sí mismo una dermatitis por lamido, que suele presentarse en la parte inferior de los miembros, tanto delanteros como traseros. Por supuesto, no hay distinción de raza ni de sexo, pero los expertos creen que puede estar asociado al miedo y a la ansiedad, ya que es típico de ejemplares que tienen ansiedad por separación, un trastorno más frecuente en el perro pero que en gatos muy apegados a su dueño también puede producirse.

Otros trastornos compulsivos frecuentes en el gato son la succión y/o masticación de tejidos, preferentemente de lana; la hiperestesia de la piel, que es el enrollamiento de la piel, y el sobreatusado o alopecia psicogénica felina.

Las causas más frecuentes pueden ser somáticas, por ejemplo alteraciones neurobiológicas o factores genéticos, pero lo más normal es que tengan que ver con el manejo o el tipo de vida del gato, por ejemplo que se le haya destetado precozmente; que carezca de estimulación ambiental, con poca interacción con los dueños y sin contacto con otros congéneres; que se le castigue inadecuadamente; que experimente situaciones estresantes; así como que haya cambios bruscos y rotundos en su ambiente, como mudanzas y la llegada de nuevos miembros al seno familiar, sean humanos o de otra especie.

También es importante dejar constancia de que el dueño puede fomentar involuntariamente el comportamiento compulsivo de su gato, lo que se consigue cuando pretende calmarlo si manifiesta la conducta inadecuada y que el gato interpreta como una recompensa, de modo que produce el efecto contrario.

Para diagnosticar correctamente un trastorno compulsivo, los veterinarios realizan un examen clínico etológico, que consta de varias partes, así como pruebas diferenciales con otras patologías, para descartar endocrinopatías, enfermedades infecciosas o degenerativas, traumatismos, etc. Esto es muy importante, ya que un buen diagnóstico supone la aplicación del tratamiento más adecuado.

A este respecto, lo primero es que el propietario sea consciente de que su colaboración es imprescindible, así como la de los demás humanos que convivan con el gato. Si se determina que se trata de un trastorno compulsivo, es necesario hacer algunos cambios en su entorno, que dependen del tipo de comportamiento, si bien en su mayoría requieren aumento del ejercicio, en general mediante juegos interactivos.

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